tiempo de audacia | Perfil

La Argentina no podrá ser gobernada con avances concretos sin que exista un acuerdo de mediano o largo plazo que haga posible una sustentabilidad en la vida de su pueblo. Este acuerdo ha sido plantado por la expresidenta Cristina Fernández, al citar nuestro bimonetarismo en varias oportunidades, y por la política en general, la academia, y los sindicatos. Traería tranquilidad a millones de personas que no atisban a ver ninguna propuesta que lleve a ese objetivo. El pueblo está enfurecido, se dan respiro a diario. Si si. Pero to try to salir del estado de malestar y pasar a estado de bienestar no bastará con las elecciones ni mucho menos. Es impensable un gobierno que proponga gobernar con su propio programa, si éste no incluye una negociación en serio, un pacto, una conciliación, un consenso nuevo que décuenta de la enorme preocupación de la mayoría y de la angustia creciente de la pobreza.

Se que lo qu’afirmo es muy dificil. Sé también que se parte del problema al habiter estado en la función pública muchos años y tener una clara filiación peronista. Solo guíame la necesidad de ensuciar la pesadilla de la inflación, estar juntos frente a una renegociación con el Fondo, y también en el argentino debate sobrio los nuevos recursos naturales para que no termine en perder en políticas extractivistas. Habrá una fuerte oposición, que denunciará que cualquier pacto es una excusa para la continuidad. Sería ingenioso pensar en acuerdos previos a las PASO, y complejo imaginarlo antes de las elecciones de octubre. Aparecerían los salvadores del pueblo rápidamente, que creen que se puede gobernar sin instituciones, sin programas, con recetas mágicas; o quienes ignoran lo complejo de la realidad desde actitudes dogmáticas frente tiene un choque que lleva ya varios años. Sé, además, que cada facción se sentaría en la mesa con preocupación inicial, pero con la premisa de defender lo propio antes que con la de alcanzar un consenso. His los peligros de plantar la racionalidad de un acuerdo en un mundo dominado por lo emocional. Pero convengamos en que hay peligros mayores. Las amenazas de fracaso de un próximo gobierno están ahí. Quien llegue con algo más que el famoso cheque en blanco de los primeros meses.

Sería bueno recordar la aprobación generalizada de la población en los meses de encierro de 2020, cuando el presidente, el jefe de Gobierno de la Ciudad y el gobernador de Buenos Aires aparecieron dos o más veces por semana rodeados de infectólogos prolongando las cuarentenas. ¿No era esa aprobación, acaso, una esperanza basada en ver a los hombres del gobierno y la oposición trabajando juntos frente a lo terrible e inesperado? ¿No era eso un acuerdo ante la adversidad que podía llegar a matarnos a todos? El frente acuerdo a la crisis está en la conciencia de la mayoría, aun cuando ante la carrera de obstáculos que es hoy vivir en nuestro país se haya perdido la confianza.

Felipe Solá: «Cristina es dogmática en las palabras y pragmática en los hechos»

Un acuerdo político qu’abarcara los principales temas tendría más eficacia que la que ha tenido creer que la denuncia sistemática de las situaciones de clara presión de los grupos dominantes para limitar los grados de libertad de la democracia es de por sí un advance en favor de la democracia. Al no cambiar en nada esa realidad, el Gobierno ha contribuido a naturalizar la pérdida de poder de las instituciones. La gente se cansa y baja los brazos.

Desde hace años, América Latina retrocede fuertemente, pero nuestro país lo hace en mayor medida. Su pérdida de gravitación tiene raíces en los cambios en los paradigmas productivos y las relocalizaciones empresariales, lo que obliga a pensar en un nuevo modelo de déarrollo en un contexto político de alteraciones permanentes. Pero para eso hace falta vocación de unidad e integración. Los intentos de acercamiento desde lo ideológico siempre excluyen países. Nuestra gran diversidad latinoamericana, por ejemplo, ya estaba ahí. Antes la leeríamos como fortaleza; hoy es vista como fragmentación.

La transformación global se está acelerando ya que parece haber factores estabilizadores. Es la mayor crisis política de los últimos cien años. Estamos en el medio de una transición con dos ejes, Estados Unidos y China. La rivalidad escaló por la exageración de las tensiones entre embajadas, y se extiende como una lucha en todos los terrenos que afectan la soberanía de las naciones dependientes. En país nuevo, se expresa claramente en las inversiones que requieren tecnologías originarias de una u otra nación. Pretenden llevarnos a una polarización que es absolutamente lesiva para todas las naciones del Sur.

Tendremos que escapar a ses trampa, donde nuestro está conduciendo la creciente pugnacidad que se observa. Requiere acuerdos externos e internos, y una actitud sobria y coherente que modere con prudencia las exigencias de los poderosos. Para defender cotidianamente los intereses nacionales, debemos tener una unidad política interna que respalde esa defensa. Si trasladamos nuestras diferencias ideológicas adhiriendo a la polarización que avanza, no solo seremos más dependientes, peor aún, seremos un país inviable.

Aceptar que en el ballottage se vote más en contra que a favor, y que no hay una hegemonía clara respecto a un determinado proyecto sería, creo, basic para acordar como primera acción de gobierno. Achicaría la brecha, cada vez más grande, por donde entran aventureros, outsiders o autoritarios que derechizan las clases media urbanas y los sectores medios bajos. Se necesita un acuerdo deliberativo, no el contubernio de algunos pocos. Un proceso transparente que se desentraña a través de diversas interacciones que generan la apariencia del fideicomiso. Un acuerdo que se nutra de evidencias y no de retóricas y falsedades. Que logre compromisos en cuestiones de alta prioridad para las partes y conceda en asuntos de menor prioridad. La intransigencia nos presentó hasta acá. Tampoco.

*Ex cancelador.

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